Metro 2033: buena idea pero...


La humanidad ha sufrido la mayor guerra mundial de toda su historia. Las bombas nucleares han asolado la faz de la tierra acabando con la mayoría de especies animales y vegetales conocidas y creando algunas nuevas debido a la radiación. La contaminación radiactiva es de tal magnitud que el ser humano no puede permanecer sobre la superficie y los pocos humanos supervivientes se tuvieron que refugiar en las profundidades de los metros de las ciudades para poder continuar sus vidas. Pongamos que hablamos del metro de Moscú.

En este contexto la agricultura, la manufactura, el saber, e incluso la política adquieren otras dimensiones. La estaciones de metro se convierten en pequeñas ciudades-estado, con sus dirigentes, su clase obrera, sus militares, etc. Incluso muchas de ellas se unen con otras estaciones para formar alianzas que las permitan subsistir mejor: determinadas líneas de metro optan por el comunismo, otras por el fascismo, en algunas reina el crimen organizado, otras pretenden recrear la forma de vida de la antigua Grecia y unas pocas intentan subsistir independientemente. Todo esto hace que las profundidades del metro de Moscú sean una réplica de la anterior vida en la superficie. Pero todo este mundo interior deberá hacer frente a un enemigo que nunca antes habían conocido: a las extrañas criaturas mutantes que viven en el exterior. Artyom un joven de una estación independiente es el encargado de una misión que tiene por objetivo salvar a los humanos del metro de Moscú y para llevarla a cabo deberá recorrer las peligrosas líneas que lo componen e incluso se verá obligado a salir a la superficie.

Esta historia contada así parece bastante atractiva ¿no? Al menos para los amantes de la ciencia-ficción. Pues bien ese mismo es el argumento de la novela "Metro 2033" de Dimitry Goukhovsky. Sólo con esta idea de partida ya tiene buena pinta ¿verdad? Pues la verdad es que yo la he tenido que dejar a mitad de lectura. Al principio, mientras el autor iba exponiendo la historia, me situaba y me imanigaba esos nuevos regímenes dentro de una red de metro me dije "joder, esto va a estar cojonudo", pero la verdad es que al final la novela ha ido de más a menos. No me ha gustado la forma en que el autor resolvía determinadas situaciones enlazando unas cosas con otras por los pelos. No me han gustado muchos pasajes en los que el protagonista tiene que viajar de una estación a otra, que se me han hecho interminables y muy pesados. Y no me ha gustado que muchos de los capítulos parezcan estar de relleno y que no aporten nada. No se, quizá me esperaba algo más de dinamismo o es que no la he cogido en el momento oportuno.

Al final "Metro 2033" me ha parecido estar dirigida a un público bastante juvenil y creo que al que se haya leído un par de libros buenos de ciencia-ficción se le va a quedar corto. Es más, creo que están desarrollando un videojuego basado en la novela. Sin haber jugado, ya os lo recomiendo antes que el libro, no es difícil que sea mejor.

En cualquier caso, con este ejemplo queda claro que en una novela no todo es la historia inicial y el argumento, si no que la forma de contarlo es tanto o más importante. Conseguir que el lector se enganche a la historia, que sea un argumento global bien asentado, que aunque el ritmo decaiga en determinados momentos el lector no tenga ganas de dejarla, que se sienta identificado con los personajes. Esa es la magia de la lectura y lo que hace buena a una novela.

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